jueves, 10 de diciembre de 2009

LA CREACIÓN DE LOS NÓMADAS DEL TIEMPO

La Naturaleza, sabia, se estructura en multitud de estructuras y niveles. La Naturaleza no solo está formada por seres vivos y la huella que ellos dejan en el entorno. Tampoco los seres vivos se acaban cuando dejan atrás su ciclo vital (ya se sabe: nacer, crecer, reproducirse y morir). Dejan huellas, que interactúan con lo inanimado. Están ahí y permanecen en una relación dialéctica con aquello que les rodea y el tiempo que transcurre. Un animal muere y, si se dan las circunstancias apropiadas, se transforma en una estructura fósil que imprime, de forma indeleble, no solo la forma que tuvo sino hasta lo que ingirió en su último ágape. Una corteza de pino puede destruirse al poco de desprenderse del tronco-madre por la paciente acción de las termitas o caer en un pantano pirenaico y someterse a las fuerzas del agua y la luz hasta convertirse en indestructible.
La mayoría de los seres humanos, aquellos que no estamos dotados de sensibilidad artística, podemos pasar, y de hecho pasamos continuamente, al lado de rocas y detritus vegetales sin prestarles la más mínima atención. Nos la llaman más los paisajes y las puestas de sol. Hay que tener una sensibilidad especial para observar y comprender que a nuestro alrededor hay materiales que a pesar de parecer acabados y muertos, se expresan.
Comprenderlo y luego juntarlos para componer una sinfonía de sentimientos, es ya algo que muy pocas personas en este mundo moderno, frenético e insensible, son capaces de hacer. Toni Codina es una de esos raros seres humanos con la sensibilidad necesaria para conseguirlo.
Me cuenta que cuando pasea por los bosques, por los rastros de antiguos glaciares, hay trozos de árboles, de raíces desencajadas, de piedras torturadas o de simples cantos rodados, que por algún motivo que en principio se le escapa, le llaman la atención. Lo suficiente como para recogerlos y llevarlos a su caótico almacén. Algunos se comunican ya de forma inmediata con él. Otro resultan mas crípticos, y es necesaria una ínter actuación más prolongada.
Toni los observa y comprende que, aunque aparentemente muertos, todavía tienen algo que decir. Que de hecho gritan sus historias de vida para quien sea capaz de fluir con ellos.
Comprender este lenguaje ancestral no se consigue solo con las dotes que la naturaleza da al artista. Es preciso también un proceso de aprendizaje, cercano a las enseñanzas zen, (ya sabemos que los orientales son mucho más sensibles para estas cosas que los atribulados occidentales), para captar la voz de la tierra y sublimarla, darle una salida mística para que sean visibles todas sus potencialidades.
Y es a través del juego del equilibrio, de la luz y de las formas como Toni Codina recicla, no los desechos de la sociedad industrializada (algo tan común en los últimos tiempos), sino la naturaleza, para transformarla en arte.
Toni Codina llama a sus obras, “Nómadas del Tiempo” y con este simple apelativo, resume los conceptos básicos de sus obras artísticas: estructuras que encuentran su sentido en la unión de las partes, heterogéneas, pero que juntas entran en un nivel superior de comunicación con los sentidos de quienes las observan (dialogan) con ellas.
De hecho, muchos de estos Nómadas han dejado su impronta en forma de una historia, personal o sugerida. Y el autor ultrapasa su función comprendiéndola y plasmándola en heterodoxos poemas, en una admirable síntesis de creación y testimonio de lo creado.
Someterse a la experiencia de interactuar con los Nómadas del Tiempo de Toni Codina es una forma de traspasar los niveles de conciencia y entrar en un mundo mágico y onírico de amplitud insospechada.
¿Te atreves?

Ramón Sales Encinas
Admirador

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